He de admitir que me encanta el verano. No hay cosa que más me preste que tostarme al sol y darme un chapuzón, y luego salir de terrazas, pedir mojitos y alargar la noche. De hecho más de una vez he caído en la cuenta de que sigo la máxima de Rebeca, esa gran filósofa, en su cancioncilla "Duro de pelar"; en concreto la que dice:
"Y suelto mi pelo
y pinto mi cara
me pierdo en la noche
me quemo en la playa"
Bien, pues ahora que ya sabéis que me gusta bastante el petardeo veraniego os voy a desvelar que tampoco me disgusta combinarlo con detalles pijos desaforados que aporten cierta categoría y lo hagan más petardo si cabe. Uno de ellos es el uso de unos pulverizadores de agua que hasta ahora consideraba absurdos, forzados e inútiles; eso era antes de que una de mis mejores amigas se agenciara uno de motu propio en París y lo trajera a la playa hace dos semanas.
Al principio pensé que se estaba afrancesando demasiado -el pulverizador se llamaba "Eau Pure Brume Atomiseur", los franceses ellos antes muertos que sencillos - con esos efluvios de agua pulverizada, pero luego empezó a resultarme sexy y cada vez menos ridículo. Pasaron dos días y al final se lo pedí, y tragando verguenza ajena y propia, me lo apliqué en medio del abarrotado arenal.
Nunca en mi vida había notado una sensación igual de frescor, era un gran invento. Ahora entiendo a esas pijas que lo llevan en el bolso a todas partes y se lo ponen en la cara cada cinco minutos retirando previamente las gafas de sol Gucci, Prada o alguna marca de ese rango. Como diría Sara Montiel, Maaaaaarvellous.
El otro detalle del que os quería hacer partícipes es gastronómico. He descubierto (gracias a mi hermano) unos minisorbetes de fresa y limón que vienen en cajas de ocho y venden en el Carrefour que son auténticamente d-e-l-i-c-i-o-s-o-s. Por cierto, el pulverizador lo venden en el Carrefour, pero sólo en Francia. Como veis todo es cheap and chic.
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