Halston fue el diseñador por excelencia de los 70, empezó diseñando sombreros para Jackie Kennedy y poco a poco fue extendiendo su influencia en otras áreas hasta hacerse con el cetro del diseño americano. Antes que Ralph Lauren, Calvin Klein o Donna Karan supo responder a las necesidades de la sociedad setentera y marcar la pauta en cuanto a estilo del todo Hollywood. Tanto es así que hoy en día muchas actrices siguen rescatando modelos vintage de Halston para la gala de los Oscars, sin ir más lejos.
Sin embargo, y a pesar de contar con un reducido grupo de clientas importantes muy fieles llamadas Halsonettes (entre las que estaban Babe Pailey, Betty Ford o Liza Minelli) que marcaban la pauta, en los 80 su estrella comenzó a declinar -en parte por sus abusos con las drogas, que le provocaban retrasos constantes y una cierta falta de inspiración- hasta desaparecer por completo de la moda a finales de la década. De hecho, se vio obligado a vender su nombre a la compañía que él mismo había creado para posteriormente ver cómo su nombre se adjuntaba a prendas no diseñadas por él que se vendían al por mayor en cualquier tienducha de la América profunda.
Una historia con un final triste, pero con un comienzo muy brillante, de alguien que tocó el cielo con los dedos pero no supo adaptarse a los cambios con la celeridad que se le presupone a un creador de tendencias. Ahora mismo se prepara una película basada en su biografía - Simply Halston - que promete recuperar a alguien injustamente olvidado por el paso del tiempo.
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