sábado, marzo 24, 2007

Cómo me poseyó la modernez


Me voy a poner nostálgico, que lo retro tiene su punto. Esto va a ser como un capítulo de Hormigas Blancas.
Me acordaré toda mi vida de cómo dejó de gustarme la música infantil –engendros patrios tipo Parchís o los Cocoguagua – y empezó a gustarme el tecno-pop ochenteno más cañí. Fue de la forma más inesperada, una noche en casa de mis abuelos. Ya dormido, hacia las 11 de la noche me despertó el sonido del televisor que ellos habían encendido en el salón. A lo lejos, podía percibir unas notas originales, un poco infantiles a lo mejor, y tan pegadizas que habían conseguido despertarme. En ese momento casi olía la música, me sabía a fiesta. Era el verano de 1983.

Era uno de esos momentos clave que se nos imponen y ante los que respondemos como autómatas preprogramados sin saber por qué: el impulso de nuestra psique va madurando poco a poco y en un determinado momento se precipita hacia algo nuevo. Eso noté yo entonces y me levanté de la cama sólo para ver aquello por la tele ante la mirada atónita de mis abuelos, un poco flipados por mi interés y también por los tupés de la Torroja.

Descubrí que iba a ser un pendón discotequero ya a la tierna edad de 9 años. No os dejaré con la duda, la canción era un himno, Barco a Venus, que me sigue encantando a día de hoy. Mecano me abrió las puertas de mi adolescencia y del fanatismo, me volví mecanógrafo perdido, y luego amplié horizontes en ferias de pueblos de la costa valenciana donde siempre pinchaban música bailonga. Vídeo (Víctimas del desamor, La Noche no es para Mí), el primer disco de Olé-Olé (esa Vicky Larraz panterona), Los Pegamoides y tantos otros calmaban mi precocidad, me hacían repetir estribillos fáciles y me transmitían una intensidad inédita. Era como si escuchara música por primera vez. Y es que todos tenemos un pasado.

Mi disco preferido de aquella época es Ya Viene el Sol de Mecano. No era el más exitoso ni el más pegadizo, pero sí arriesgado y diferente, un guiño a todos aquellos seguidores de Mecano que no éramos pijines veinteañeros, a todos los que estábamos en transición. Me gustó el exotismo industrial de Japón, la reflexión neowarholiana-consumista de Busco algo barato (a la que, con un lifting, Felix Da Housecat o Tiga harían de oro), el tono de himno protesta posmoderno de No pintamos nada o las pinceladas de autocrítica turística de Ya Viene el Sol. Sin saber explicar el motivo (y con canciones insoportables también como Me río de Janeiro o Hawai-Bombay) este disco algo deslabazado, pintoresco, diferente e irrepetible, me llegó al corazón sin un mapa.

Luego Mecano resurgió comercialmente aunque resultó menos arriesgado, Ana Torroja perdió frescura y poco a poco dejaron de interesarme. En cualquier caso, su legado sigue ahí y puede contemplarse en su caja de DVDs Mecanografía. También recomiendo youtube!!!

Y todo esto viene a que esta semana he mirado una cadena musical nueva y no veáis qué agobio con los precios. Veinte años después, yo sigo buscando la gran ganga. Es un estrés. Y a todo esto, ahora que se acerca el verano y viene a colación el título del disco... ¿los Mecano también predijeron el cambio climático?

jueves, marzo 22, 2007

Batas blancas everywhere


Nuestra sociedad de hoy en día debe estar enferma, de ahí el torrente de series de médicos que podemos disfrutar cualquier día de la semana. ¿No es un poco excesivo?

Aunque existieron intentos anteriores, quien abrió la veda de la ficción médica (medical drama) fue una producción americana llamada Hospital General, donde el hospital sólo servía de mera localización y los uniformes no eran sino una pretexto para derramar laca, moreno de solarium, infidelidades y lujo de cartón piedra por todas las esquinas. La serie continúa su andadura hoy en día, encuadrada en el "daytime" americano, aunque su momento de mayor esplendor fueron los 80.

Desde entonces se han estrenado muchas otras series de parecida temática. Urgencias, por ejemplo, fue una de las estrellas de los 90, con méritos como haber servido de vehículo para George Clooney o novedades como el acercamiento más realista a los quirófanos. Tenía momentos lacrimógenos pero no sobrepasaba ciertos límites, lo cual la convertía en producto masivo fácilmente consumible. Salvando las distancias, aquí tuvimos una muy exitosa versión patria (que envejece fatal) llamada Médico de Familia, con su tufillo sentimentaloide excesivo y su meridiana vocación sociológica de reflejo de las clases medias.

Y entonces llegó el nuevo milenio y con él de golpe todos nos hemos vuelto locos con las series éstas. Que si hoy pongo House, que si mañana grabo Anatomía de Grey, que si me compro Nip and Tuck, que si veo MIR sin decir nada, que si qué pasa con la nueva temporada de Hospital Central... Definitivamente, los enfoques han cambiado, puesto que ahora vemos a los pacientes sufrir, sudar, sangrar, vomitar o morirse. Además, los doctores cometen errores, dudan, reciben demandas, dicen palabrotas y se divorcian. Debe ser el signo de los tiempos que decía Prince, todos los tabúes se van superando y vamos adquiriendo una visión más auténtica (aunque también drástica) de lo que nos rodea.

Entre todas esas series, me quedo con House. Creo que tiene unos diálogos muy logrados, consiguiendo individualizar a los personajes y darles solidez, presentando sus puntos débiles y fuertes con realismo y buena mano. Es cierto que el esquema central de los capítulos es siempre parecido, pero después el desarrollo que se hace de los mismos suele enganchar. Anatomía de Grey no me atrae nada por ahora, MIR es como una especie de "Al Salir de Clase" histérica pero con futuro (creo yo) y de Nip / Tuck me han hablado maravillas. De todos modos, hay demasiado médico en la tele y pocos ejerciendo.

Los servicios de urgencias están colapsados en muchas ciudades, y es que con tanto "medical drama" en las ondas, la gente se vuelve más que aprensiva, hipocondríaca perdida, se desespera por sentir un poco de glamour hospitalario, y se planta en urgencias histérica. Luego, hay otros que están verdaderamente enfermos pero después de ver tanto caos en la tele deciden automedicarse. ¿A dónde vamos a parar?

Yo la verdad, estoy deseando que vuelvan a imponerse los culebrones de amor, lujo, adicciones e infidelidades inverosímiles. Ya está bien de tanta víscera. ¡Es una urgencia!


sábado, marzo 17, 2007

La Vida de los Otros / La Envidia de los Otros


El guión de La Vida de los Otros está trazado con precisión digital y con cuidada sensibilidad al mismo tiempo, resultando dicha combinación un fogonazo que consigue universalizar la anécdota contada.

La historia, situada en el cercano año 1984, nos relata el seguimiento que un alto cargo de la policía secreta alemana le hace a un escritor bastante afín al régimen. El oficial espiará al escritor y a su pareja (una actriz muy importante) obsesivamente, fiel al decálogo del régimen comunista en el que cree firmemente, hasta que poco a poco descubre la corrupción existente en el partido y a su pesar comprende el comportamiento del escritor, finalmente más subversivo de lo sospechado.

La película va ganando en intensidad con el discurrir de los minutos, ya que sin despegarse de lo plausible, adquiere cada vez una mayor intensidad dramática. Al tiempo que la recreación de ambientes es poderosa y la fidelidad histórica muy notable, el trazado de los personajes no deja fisuras. Habrán de enfrentarse a situaciones donde tendrán que hacer elecciones difíciles, donde ninguna alternativa resulta acertada plenamente. Situaciones límite, psicológicamente hablando.

Me resulta sorprendente que, tan próximos aún a la caída del muro, se haga una película como ésta, donde se superan maniqueísmos, se plasman con transparencia hechos históricos difíciles de aceptar, se reflexiona con hondura. Quizá Alemania esté preparada para recuperar la memoria histórica sin que nadie se escandalice.

En España se ha hablado a menudo de recuperar la memoria histórica referida a los hechos acaecidos antes, durante y después de la guerra civil. Me pregunto por qué esa recuperación a veces se considera tendenciosa, como también me pregunto por qué no existe una película española que trate de la guerra civil o de la transición con este nivel de respeto, de cercanía, de universalidad.

Ciertamente, El Laberinto del Fauno me pareció interesante, pero me parece que sólo afronta los hechos desde el realismo mágico. Y aquí la guerra no acabó ayer precisamente…

martes, marzo 13, 2007

Tecnofobia vertiginosa


He de admitir que siempre me ha costado adaptarme a los cambios. Odio cambiarme de ciudad por motivos laborales, detesto que mis actrices fetiche envejezcan y ya no puedan hacer los papeles de jovenzuela, me fastidia el cambio climático, no soporto las mudanzas y tampoco me gustan los cambios de hora de primavera y otoño.


En general, cuando estos cambios se refieren a la tecnología y a las maneras de vivir, tardo muchísimo en adaptarme y a menudo me da la sensación de que voy dos o tres escalones más atrás que la mayoría, y además que los subo a trompicones. De hecho, para entender el concepto "MP3" pasaron varios meses en los que simplemente prefería no entenderlo para aferrarme, en un claro exceso de dramatismo, a mi reproductor de CDs con auriculares. El tema de los nuevos tipos de DVD (Blu Ray y HD DVD) ya me pone del hígado directamente y soy consciente de que no compraré ninguno de ellos hasta que el mercado se decante por uno masivamente.

Estoy ahora mismo al borde de un ataque de nervios parecido al de la niña de la foto porque mañana van a instalarme el ADSL, porque tengo que comprarme un disco duro externo y porque luego quizá debería agenciarme un refrigerador de portátiles, un ratón externo nuevo, varias llaves de memoria, un router wifi, una pantalla LCD, y una cámara de fotos digital. Todo esto me lo ha aconsejado un gurú informático que tengo, pero yo, cabezota, me resisto. No en vano soy la cabra en el horóscopo chino.

Reconozco que vengo de letras puras, ejerzo como tal, me encanta el word y adoro mi portátil, pero muchas veces todo este rollo tecnológico sólo lo hago mío cuando por un pequeño guiño (Carrie escribiendo sus columnas en Sexo en Nueva York) me llega al corazón. Quizá si emigrase a Japón una temporada me cambiaría el chip - nunca mejor dicho - radicalmente, pero es que la mudanza me puede. Estoy entre eso o hacerme Amish en Dakota del Norte...

viernes, marzo 09, 2007

The Host.

No se estrenan muchas películas asiáticas por estos lares y cuando lo hacen, suelen acceder a las pantallas europeas gracias a su exhibición exitosa en distintos festivales de cine. Habitualmente, transmiten un ritmo diferente al que estamos acostumbrados y plantean ficciones más abiertas que las occidentales, o juegan con una extraña mezcla de realidad y fantasía asumidas siempre como verosímiles dentro del lenguaje de la propia ficción. A pesar de ciertos elementos chocantes, el cine asiático por lo general resulta fresco, un poco exótico, a veces muy interesante y en algún momento indescifrable.

Una de las tradicionales puertas de entrada para estas producciones fue la televisión, que solía emitir películas de monstruos en blanco y negro hace unos (bastantes) años. Aún recuerdo cómo me quedaba pegado a la pantalla viendo Godzilla y sus variantes cuando las emitían en La Bola de Cristal allá por los primeros ochenta. Luego vendrían las violentas películas de kung-fu de Hong Kong, y los Zhang Yimou, Ang Lee, Wong-Kar Wai, o más recientemente Kim Ki Duk y muchos otros que yo desconozco, ofreciendo un lenguaje diferente, una temática más libre y siempre, o casi siempre, sorprendiendo.

Esta semana se ha estrenado una nueva muestra de cine asiático, coreano en este caso, llamado The Host (el título coreano es Gwoemul) después de haber recibido alguna mención en festivales de cine fantástico como el de Sitges. Nos encontramos indiscutiblemente ante un híbrido entre las antiguas películas de monstruos asiáticas y la típica película americana del mismo tema. La ficción planteada recoge el enfrentamiento de una familia con el monstruo con el fin de recuperar a la chiquilla que el monstruo les ha robado en su primer ataque.

Especialmente conseguida está la larga secuencia de (cuasi)apertura del film, cuando el monstruo ataca en el lugar más inesperado de la forma más aterradora. Resulta muy realista por el correcto manejo del tempo y el uso inteligente de los elementos espaciales. Entre lo más destacable de la película yo mencionaría también la cotidianidad que destila todo lo relatado y el alto grado de credibilidad que nos transmite la interacción de los personajes con la bicha. Te la crees totalmente.

Desconciertan sin embargo los cambios de tono que hay en algunos instantes, con elementos cómicos o excesivamente dramáticos mal calibrados. ¿O será que tal vez mi sensibilidad occidental no capte otros lenguajes? No acabo de saber muy bien si es una cosa u otra, pero en cualquier caso, ciertos giros de la historia parecen caprichosos. Por otro lado, el desarrollo de los personajes resulta bastante completo aunque un poco cansino, distrayéndonos de lo esencial y rebajando la tensión más de lo debido en demasiados momentos. El drama familiar nos importa como anécdota, pero nos aburre como argumento principal si se incide en él más de lo debido.

Aparte de todo esto, la película plantea una crítica hacia las autoridades clara y constante por su rematada ineptitud a la hora de controlar la situación. Es comprensible esta crítica cuando nos enteramos de que la mutación que da origen a Gwoemul fue un vertido de cantidades industriales de sustancias químicas peligrosas que existió en realidad. Al parecer en el año 2000 en una base americana un responsable del laboratorio ordenó tirar por un desagüe miles de litros de residuos peligrosos…en territorio coreano. (Fuente: imdb)

En resumidas cuentas, que The Host me parece recomendable pero no imprescindible. Eso sí, la secuencia en la que vemos al bicho por primera vez es tangible como la vida misma. Bastante más terrorífica que la secuencia de aparición de los androides en La Guerra de los Mundos de Spielberg.

martes, marzo 06, 2007

El señor de los abalorios



Con mucha pedrería. ¡Fue en París! (Fabio Macnamara)
Marichalada total.

lunes, marzo 05, 2007

Ojos que no ven, peligro en el ambiente


La censura nos suena ajena por quedar ya lejana en el tiempo, ser impropia de un país avanzado y parecer improbable (al menos a priori) hoy en día. En franca colisión con las libertades de prensa y expresión, los países democráticos habían logrado aislarla, casi eliminarla. Es cierto que en algunos asuntos existía cierto secretismo, que a veces no se contaba más que la verdad a medias, y que en ocasiones conocíamos secretos a voces, pero hacía mucho tiempo que la expresión como tal, "censura", no se aplicaba a la actualidad.

En menos de un mes, nos hemos topado con tres ejemplos sangrantes de censura informativa de la buena. El primero de ellos tuvo lugar cuando un juez impuso censura cautelar sobre un reportaje que Telecinco iba a emitir acerca de la vida del Pescaílla en su refrito de higadillos llamado "Hormigas Blancas". El programa tiene un título verdaderamente terrible, lo sé, y entiendo que un programador lo retire por ello o por otras razones, pero que un juez lo censure, me resulta extraño.

El segundo ejemplo, esta vez en TVE, fue la entrevista que Quintero perpetró a José María García, si bien en este caso los propios directivos de la cadena impusieron dicha medida, posteriormente publicitada hasta el aburrimiento por el entrevistado. ¿Hasta qué punto es lícito tapar bocas incómodas?

Hoy mismo, apostado frente al televisor mientras picoteaba un anti-inflamatorio para una lumbalgia horrorosa que tengo, veo un mensaje en la pantalla de Telecinco avisando al público de que la emisión de "Diario de" de Mercedes Milá que versaba sobre el maltrato a niños en una guardería de Madrid había sido suspendida por un juez. Me tragué dos pastillas juntas. Censura pura y dura. Una cosa así sólo se puede asimilar con barbitúricos.

El reportaje en sí prometía sensacionalismo a cucharadas -literalmente- pero para denunciar hechos sangrantes, ojo al dato (va por tí Chemilla García). Si lo que se contaba el otro día en otros programas sobre el caso era cierto y las autoridades educativas competentes presuntamente no actuaron como debieron por omisión, el caso es de interés público. Resultado: también se censura su emisión. Cómo no.

Empieza a parecerme muy sospechoso este recurso fácil típico de épocas francamente superadas. Y tal día como hoy y sin que sirva de precedente diré: ¡Viva la telebasura! Supongo que la gente no se rebotará hasta que censuren el Salsa Rosa o un partido de fútbol...

viernes, marzo 02, 2007

Hazme una perdida

"Juntos los dos, juntos los dos,
y juntos los dos, juntos los dos,
hoy quiero que parezca,
que nunca fui tan feliz,
hoy quiero que parezca, que siempre todo estuvo bien.

Juntos los dos, juntos los dos,
y juntos los dos, juntos los dos,
y ya no nos da miedo,
que todo ahora pueda acabar,
salimos en portada, y en los créditos del final.

Saber y perder, es lo que hice siempre,
saber y perder, lo tengo por costumbre.
Es lo que hice ayer, y es lo que hice ayer,
y es lo que hice ayer, y es lo que hice ayer,
hoy quiero que parezca que nunca fui tan feliz,
hoy quiero que parezca que siempre todo estuvo bien.

Saber y perder, es lo que hice siempre,
saber y perder, lo tengo por costumbre.
Es lo que hice ayer, y es lo que hice ayer,
y es lo que hice ayer, y es lo que hice ayer.

Juntos los dos, juntos los dos,
y juntos los dos."

Ante mi falta de inspiración, reproduzco la letra de la canción que abre el nuevo disco de La Costa Brava, 'Velocidad de crucero'. La canción se titula 'Natasha Kampush', y está claramente inspirada en la historia de la pobre muchacha. El segundo título de la canción, 'Hazme una perdida', me parece más enigmático, e imagino que tendrá que ver con los detalles del largo secuestro. De la letra me gusta, sobre todo, el estribillo. "Saber y perder, es lo que hice siempre, saber y perder, lo tengo por costumbre", me parece melancolía pura.

El grupo es uno de los más prolíficos del pop español, ya que en dos años ha sacado 4 discos al mercado. Así no me extraña que sus letras estén inspiradas en la más inmediata actualidad. Y entre sus filas figura Francisco Fernández, también componente de Australian Blonde (¿sigue vivo ese grupo?) y con una carrera en solitario, bajo el nombre de Francisco Nixon. En noviembre del año pasado, dejaba claro que se trataba de su proyecto más personal, al dedicar un disco a la gimnasta Nadia Comaneci. Debe ser todo un honor ilustrar la portada de un disco llamado 'Es perfecta'.

El disco de La Costa Brava saldrá a la venta el 20 de marzo, y todavía no he escuchado más que las canciones colgadas en su página de myspace. También la canción que Tomás Fernández Flores pone a diario en Siglo21, aunciándola como la mejor del disco. Todavía no he tenido el gusto de comprobarlo. ¿Alguien sabe cuál es su título?

jueves, marzo 01, 2007

Noruega cañí



La Fundación Barrié ha inaugurado su exposición sobre el estilo decorativo escandinavo, presentando un número no muy amplio pero bien seleccionado de piezas: relojes, cubertería, sillas, lámparas, teléfonos o trajes (horrendos, éstos). En la línea habitual de sus presentaciones, se opta por un recorrido sencillo, escueto, con algún golpe de efecto. La exposición parte de un texto de presentación donde se nos relata la historia de dicho diseño, su relevancia actual y sus bases filosóficas, todo muy de agradecer para pseudo-neófitos como yo. No voy a ahondar mucho en ello porque lo podéis “googlear” en dos segundos. Yo voy a lo mío.

Ahora que Ikea arrasa en todas partes, los preceptos básicos del diseño escandinavo –ligero, discreto, funcional – se han asimilado al diseño masivo. Suena bien, sí, pero si lo analizamos un poquito ya no es lo mismo:
1) La ligereza se convierte en punto referencial de dicho estilo porque probablemente lo robusto y aparatoso no tiene cabida en nuestras minúsculas moradas. Prueba a meter un aparador estilo Luis XVI en un pisillo actual. Mortal.
2)Discreto, discreto… claro, el mobiliario se ha vuelto discreto para compensar lo muy cotillas que nos hemos vuelto y así, al contemplar nuestros muebles, tranquilizar nuestras conciencias. Pero no sirve de nada, pues reunidos en esos discretos marcos incomparables le damos a la sin hueso y no dejamos títere con cabeza.
3) Lo de la funcionalidad cada vez me parece más vulgar y repetitivo. Donde se ponga Villa Meona, ese delirio rococó Preysleriano donde sientes bulimia sensorial, que se quiten los asépticos templos de la modernidad mal entendida, pura anorexia de los sentidos. ¿Por qué tienen que ser las casas como una oficina, diáfanas, útiles, preparadas para la producción masiva? Aghhh… Las casas tienen que ser un estímulo para los sentidos.

Entre lo más llamativo (e interesante) de la selección, yo destacaría unos teléfonos Ericsson fijos que se asemejaban a mangos de ducha (u otros objetos más morbosillos) porque me transmitían un rollo más lúdico que lo demás; una silla de biblioteca con patas gigantescas (funcionalidad cero, qué alivio) y una aspiradora llamada “trilobite” que parecía sacada de los Picapiedra, bastante más colorista que el conjunto general.

No quiero restar méritos al diseño escandinavo, que ciertamente resulta elegante y posee bastante carga iconográfica, pero auguro su pronta decadencia. Nada me recuerda más al minimalismo tan de moda en los 90, con aquella ropa negra, de líneas sencillas, repetida hasta la saciedad, aborrecida a fecha de hoy. Yo creo que va a haber un revival del papel pintado, de los interiores recargados, de las formicas más extremas y de las moquetas más frondosas.

Y es que a mí me gusta un huevo Kinder, pero como el Bollycao de toa-la-vida-toa-toa no hay ná. Luego ya en otro plano, lo que es la raza escandinava me pone mucho muchísimo, o sea, que no dejo de ser un poco como Alfredo Landa corriendo detrás de las suecas…y Björk o los Sigur Ros me encantan, no me malinterpretéis, pero pa viví yo lo que quiero es una casa-casa, ojo, y que se note que dentro vive gente.

Con la fuersssa de un siclóóóóóóón.