¿Quién no ha querido alguna vez ser una reina de la comedia americana para adolescentes? Y no hablo de la típica novia de América (como Julia Roberts o Meg Ryan) de imagen tirando a inofensiva, prototipos de audiencia masiva con paréntesis cultos en cine independiente. No. Me refiero a esas chicas monas sin demasiado talento que pululan por comedietas más o menos prescindibles pero amables y auténticas, que no venden una imagen prefabricada y falsa, sino que se venden a sí mismas, a veces prefabricadas, a veces falsas, y sacan partido de la fama para correrse la gran juerga de sus vidas.
La última incorporación a ese olimpo de estrellas que se ganan el pan y el caviar en guiones rabiosamente formulaicos es Lindsay Lohan, una chica pelirroja que comenzó como actriz infantil simpática en un ámbito en el que resultar repelente (Dakota Fanning, agh) es la norma, para convertirse poco a poco en la típica “reina del instituto” adolescente que ligaba por doquier, terminando por adoptar un rol de joven divertida y de precocidad inquietante pero seductora dentro y fuera de las pantallas.
Esta chica aprovecha su fama para asistir a las mejores fiestas de Hollywood y salir siempre la última, apurando la diversión hasta el final; mete la pata liándose con chicos que luego filtran fotos comprometidas suyas a diestro y siniestro, véase sin ropa interior, o con sospechosas ojeras; se hace amiga ocasional de Paris Hilton y luego se enemista a muerte con ella y le prohíbe la entrada en eventos a los que ella asiste; recibe reprimendas de los jefes de los estudios por irresponsable e impuntual; finge ingresos en hospitales y oculta hospitalizaciones verdaderas por diversos achaques provocados por esa agitada vida; y mientras tanto actúa en películas olvidables pero encantadoras por su falta de pretensiones compaginándolas con declaraciones imposibles reconociendo anorexias y adicciones en nada menos que el Vanity Fair. Drama queen, como la Marilyn (pronúnciese con acento en "lyn").
Esa manera de atracarse de vida, con una indudable sobredosis de actividad ,experiencias, y sustancias a fin de cuentas no es un “role model” muy sano, pero tampoco pretende serlo. Lindsay simplemente se representa a sí misma y no finge, sino que más bien le saca partido a lo que le ocurre de la manera que juzga más oportuna. En otras palabras, que se lo pasa teta.
Si después de todo esto aún quieres ser una Lindsay Lohan de la vida, recuerda que has de cumplir los siguientes requisitos:
- Belleza adolescente, aunque luego acabes convertida en una vaca burra recalcitrante como le ocurrió a Linda Blair o una matrona descafeinada como Brooke Shields.
- Ansia desmesurada de trasnoche a la española y juerguecilla gitana.
- Uso y relativo abuso de sustancias estimulantes.
- Familia disfuncional o inexistente.
- Cara simpática, preferentemente pecosa.
- Nacionalidad norteamericana, “of course”.
- Club de fans de doceañeras.
- Cierto seguimiento por parte del lobby rosa.
- Afán de protagonismo desmedido.
- Un punto horterilla.
- Teñirse cada dos por tres.
- Admirar a directores de la tercera edad e incluso trabajar con ellos (el fallecido Robert Altman o el irrepetible Woody Allen). Pronto computará Almodóvar.
- No tomarte demasiado en serio, pero que tampoco te tomen por tonta o te convertirías, con el tiempo, en Gunilla Von Bismarck.
Que conste que actrices como Christina Ricci también me encantan, pero esto ya es otro rollito. Y para terminar, Lindsay, si entiendes el español, decirte que me gusta ver cómo quemas tu juventud viviendo diez vidas en un año. A los 25 seguro que ya podrás escribir tus memorias. Los que te critican no saben lo que es reinar en el instituto, ni se divierten, ni saben generar esa expectación, ni tienen una agenda taaaaan agitada.
Para los detractores (o dehtructores) que de todo hay, recomiendo una web farandulera llamada www.thesuperficial.com, la sucursal online del Tomate en los USA, muy americana, muy amarillista.
La última incorporación a ese olimpo de estrellas que se ganan el pan y el caviar en guiones rabiosamente formulaicos es Lindsay Lohan, una chica pelirroja que comenzó como actriz infantil simpática en un ámbito en el que resultar repelente (Dakota Fanning, agh) es la norma, para convertirse poco a poco en la típica “reina del instituto” adolescente que ligaba por doquier, terminando por adoptar un rol de joven divertida y de precocidad inquietante pero seductora dentro y fuera de las pantallas.
Esta chica aprovecha su fama para asistir a las mejores fiestas de Hollywood y salir siempre la última, apurando la diversión hasta el final; mete la pata liándose con chicos que luego filtran fotos comprometidas suyas a diestro y siniestro, véase sin ropa interior, o con sospechosas ojeras; se hace amiga ocasional de Paris Hilton y luego se enemista a muerte con ella y le prohíbe la entrada en eventos a los que ella asiste; recibe reprimendas de los jefes de los estudios por irresponsable e impuntual; finge ingresos en hospitales y oculta hospitalizaciones verdaderas por diversos achaques provocados por esa agitada vida; y mientras tanto actúa en películas olvidables pero encantadoras por su falta de pretensiones compaginándolas con declaraciones imposibles reconociendo anorexias y adicciones en nada menos que el Vanity Fair. Drama queen, como la Marilyn (pronúnciese con acento en "lyn").
Esa manera de atracarse de vida, con una indudable sobredosis de actividad ,experiencias, y sustancias a fin de cuentas no es un “role model” muy sano, pero tampoco pretende serlo. Lindsay simplemente se representa a sí misma y no finge, sino que más bien le saca partido a lo que le ocurre de la manera que juzga más oportuna. En otras palabras, que se lo pasa teta.
Si después de todo esto aún quieres ser una Lindsay Lohan de la vida, recuerda que has de cumplir los siguientes requisitos:
- Belleza adolescente, aunque luego acabes convertida en una vaca burra recalcitrante como le ocurrió a Linda Blair o una matrona descafeinada como Brooke Shields.
- Ansia desmesurada de trasnoche a la española y juerguecilla gitana.
- Uso y relativo abuso de sustancias estimulantes.
- Familia disfuncional o inexistente.
- Cara simpática, preferentemente pecosa.
- Nacionalidad norteamericana, “of course”.
- Club de fans de doceañeras.
- Cierto seguimiento por parte del lobby rosa.
- Afán de protagonismo desmedido.
- Un punto horterilla.
- Teñirse cada dos por tres.
- Admirar a directores de la tercera edad e incluso trabajar con ellos (el fallecido Robert Altman o el irrepetible Woody Allen). Pronto computará Almodóvar.
- No tomarte demasiado en serio, pero que tampoco te tomen por tonta o te convertirías, con el tiempo, en Gunilla Von Bismarck.
Que conste que actrices como Christina Ricci también me encantan, pero esto ya es otro rollito. Y para terminar, Lindsay, si entiendes el español, decirte que me gusta ver cómo quemas tu juventud viviendo diez vidas en un año. A los 25 seguro que ya podrás escribir tus memorias. Los que te critican no saben lo que es reinar en el instituto, ni se divierten, ni saben generar esa expectación, ni tienen una agenda taaaaan agitada.
Para los detractores (o dehtructores) que de todo hay, recomiendo una web farandulera llamada www.thesuperficial.com, la sucursal online del Tomate en los USA, muy americana, muy amarillista.
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