Ayer me tragué toda la ceremonia de los Goya porque fue ágil, inteligente y sobre todo, divertida como las que presentaba Rosa María Sardá, ella con algo más de ironía catalana y finura, eso sí. José Corbacho es gracioso, muy ocurrente, sabe improvisar, y es un gran imitador. A veces su humor puede caer en lo fácil, pero no en lo chabacano, y entre lo más memorable de la noche estuvo la tronchante parodia de Volver, y el diálogo que se traía con algunos de sus copresentadores, diálogos que en otras ceremonias resultaban engolados (con Imanol Arias), repetitivos (con Resines), histriónicos (con Concha Velasco) o simplemente balbuceantes (Antonia Sanjuán).
El reparto de premios, por otra parte, fue bastante equitativo ya que casi ninguna nominada importante se fue de vacío, si bien los premios grandes se los repartieron Volver y El Laberinto del Fauno por ese orden. Volver, entre los más destacados, se hizo con los Goyas a mejor película, mejor director (un ausente Almodóvar que consiguió ser mayor centro de atención con su “espantá” que con su otrora ruidosa presencia), mejor actriz principal (encantadora Penélope recibiendo el premio y posterior actitud natural) y secundaria (Carmen Maura, no hay adjetivos) y mejor música (Alberto Iglesias, magnífico aunque algo repetitivo en sus libretos almodovorianos cuando es capaz de más).
El Laberinto se hizo con el mejor guión para Guillermo del Toro y con el Goya a la mejor actriz revelación, entre otras. Todo lo bien que me cayó del Toro en su agradecido y espontáneo discurso de agradecimiento, muy humilde y cercano, me lo estropeó Ivana Vaquero, la actriz revelación, que yo creo que se creyó la nueva Penélope Cruz al subir al escenario. El de mejor actor fue para un descontrolado – o emocionado, dirán otros- Juan Diego, para sorpresa de muchos, ya que Sergi López partía como favorito y merecía el galardón tanto como el ganador. Pero dejadme que vuelva al tema Ivana: ¿Ivana es el femenino de Iván? ¿Cómo se puede estropear un nombre tan bonito con sólo añadir una letra? Si fuera Ivanka, pues vale, le da toque soviético, pero así a pelo, Ivana me recuerda a Raimunda, la verdad.
Entre los presentadores de los premios, yo destacaría a Daniel Guzmán por ponerse esos taconazos y resultar simpático sin esfuerzo y a Isabel Coixet, que se dejó parodiar y luego estuvo simpática. En el lado negativo incluiría a un siempre inexpresivo Dani Martín y a Najwa Nimri, con una de sus poses de musa absurda y palabra ausente. Bordes, bordes, bordes. En cuanto a las injusticias, yo diría que Verónica Echegui se merecía el Goya a la mejor actriz revelación, por garra, por ductilidad y porque promete, pero consolémosnos, ya que a Penélope tampoco se lo dieron por Jamón, Jamón en 1992 (fue para Ariadna Gil por Belle Époque) y mira dónde ha llegado.
Y para terminar con todo este tinglado yo me hago dos preguntas, aquí, en la poco glamourosa soledad de la madrugada, después de envidiar mucho a todos los entregantes, entregados y demás parafernalia premiadora:
1) ¿Aquí una gala con muchos discursos de lagrimilla, con planificación a la americana en plan grandilocuente y con menos chistes no es posible? Reconozco que me ha gustado, pero no acabo de compartir esa idiosincrasia española que rechaza el bombo y platillo, el ruido, a ver si nos entendemos. Esto eran los Goya, y no Homo-Zapping. No entiendo por qué todo hay que teñirlo de humor constante. A fin de cuentas, creo que prefería a Rosa María Sardá.
2) ¿No resulta curioso que ahora la prensa ya no dilapide a Penélope Cruz y de repente la encumbre como una gran actriz? Recuerdo perfectamente que no hace más de un año era una arribista sin talento, vieja y fracasada, según ellos… Y ahora, ni “remotamente” ¿Dónde le dan el título a muchos? ¿En la Churrería Valor, en el anexo a la portería de su casa, en los excusados de una discoteca fashion? Criticar por criticar, que dice Olvido.
Y ya para terminar, ahora en serio, no se puede estudiar idiomas porque provocan confusiones ortográficas inaceptables. Iba a escribir arribista con “v” por culpa del francés y del inglés.
El reparto de premios, por otra parte, fue bastante equitativo ya que casi ninguna nominada importante se fue de vacío, si bien los premios grandes se los repartieron Volver y El Laberinto del Fauno por ese orden. Volver, entre los más destacados, se hizo con los Goyas a mejor película, mejor director (un ausente Almodóvar que consiguió ser mayor centro de atención con su “espantá” que con su otrora ruidosa presencia), mejor actriz principal (encantadora Penélope recibiendo el premio y posterior actitud natural) y secundaria (Carmen Maura, no hay adjetivos) y mejor música (Alberto Iglesias, magnífico aunque algo repetitivo en sus libretos almodovorianos cuando es capaz de más).
El Laberinto se hizo con el mejor guión para Guillermo del Toro y con el Goya a la mejor actriz revelación, entre otras. Todo lo bien que me cayó del Toro en su agradecido y espontáneo discurso de agradecimiento, muy humilde y cercano, me lo estropeó Ivana Vaquero, la actriz revelación, que yo creo que se creyó la nueva Penélope Cruz al subir al escenario. El de mejor actor fue para un descontrolado – o emocionado, dirán otros- Juan Diego, para sorpresa de muchos, ya que Sergi López partía como favorito y merecía el galardón tanto como el ganador. Pero dejadme que vuelva al tema Ivana: ¿Ivana es el femenino de Iván? ¿Cómo se puede estropear un nombre tan bonito con sólo añadir una letra? Si fuera Ivanka, pues vale, le da toque soviético, pero así a pelo, Ivana me recuerda a Raimunda, la verdad.
Entre los presentadores de los premios, yo destacaría a Daniel Guzmán por ponerse esos taconazos y resultar simpático sin esfuerzo y a Isabel Coixet, que se dejó parodiar y luego estuvo simpática. En el lado negativo incluiría a un siempre inexpresivo Dani Martín y a Najwa Nimri, con una de sus poses de musa absurda y palabra ausente. Bordes, bordes, bordes. En cuanto a las injusticias, yo diría que Verónica Echegui se merecía el Goya a la mejor actriz revelación, por garra, por ductilidad y porque promete, pero consolémosnos, ya que a Penélope tampoco se lo dieron por Jamón, Jamón en 1992 (fue para Ariadna Gil por Belle Époque) y mira dónde ha llegado.
Y para terminar con todo este tinglado yo me hago dos preguntas, aquí, en la poco glamourosa soledad de la madrugada, después de envidiar mucho a todos los entregantes, entregados y demás parafernalia premiadora:
1) ¿Aquí una gala con muchos discursos de lagrimilla, con planificación a la americana en plan grandilocuente y con menos chistes no es posible? Reconozco que me ha gustado, pero no acabo de compartir esa idiosincrasia española que rechaza el bombo y platillo, el ruido, a ver si nos entendemos. Esto eran los Goya, y no Homo-Zapping. No entiendo por qué todo hay que teñirlo de humor constante. A fin de cuentas, creo que prefería a Rosa María Sardá.
2) ¿No resulta curioso que ahora la prensa ya no dilapide a Penélope Cruz y de repente la encumbre como una gran actriz? Recuerdo perfectamente que no hace más de un año era una arribista sin talento, vieja y fracasada, según ellos… Y ahora, ni “remotamente” ¿Dónde le dan el título a muchos? ¿En la Churrería Valor, en el anexo a la portería de su casa, en los excusados de una discoteca fashion? Criticar por criticar, que dice Olvido.
Y ya para terminar, ahora en serio, no se puede estudiar idiomas porque provocan confusiones ortográficas inaceptables. Iba a escribir arribista con “v” por culpa del francés y del inglés.
Penélope, cari, me encantas, pero necesitas pulir tu acento anglosajón, ¿te envío mi CV????? ¿¿¿¿Porfaaaa?????