Sofia Coppola no es Francis Ford Coppola, lo cual no quiere decir que sea peor, sino simplemente distinta. Hay críticos que no perdonan nunca la etiqueta de “hija de”, pues de otro modo no entiendo la animadversión que despierta esta directora, plasmada en algunas de las críticas que ha recibido esta película.
Marie Antoinette se centra en una época histórica complicada, convulsa, y que desemboca en la revolución francesa, un momento histórico que podríamos considerar el germen de nuestra sociedad occidental actual. Los roles pseudofeudales que todavía pervivían en la sociedad europea recibieron entonces un serio varapalo a partir del cual no habría vuelta atrás. Por todo ello, este momento histórico adquiere peso específico de por sí, poseyendo una relevancia intrínseca que en principio habría que tratar con rigor y seriedad, como solían hacer las películas del milenio anterior y las aburridas lecciones de los libros de historia. Para regocijo de posmodernos, diletantes, gente divertida, irreverente y chic, este es un nuevo milenio y los planteamientos pueden evolucionar.
Nos encontramos aquí con la hiperestilización estética de la vida de María Antonieta, desde que se casa con Luis XVI, delfín de Francia, hasta su apresamiento por el pueblo. Descubrimos los entresijos de palacio, la frialdad con la que la futura reina es recibida, los rituales inacabables de la corte francesa, los diferentes rangos que ésta posee, los cotilleos de palacio, las amantes de los reyes y condes, el arte de la época, la comida y sobre todo las fiestas organizadas por esta reina. En otras palabras, sólo conocemos la parte fashion de la historia, que al fin y al cabo, alguien tiene que contar.
Indudablemente, como austriaca que era, Marie Antoinette despertaba desconfianza en un principio entre su pueblo, y tuvo que soportar a un marido con el que la pasión sexual era inexistente. Todo esto aparece reflejado con maestría y humor fino en la película. Con el transcurso del tiempo, M. A. se fue familiarizando con las rutinas palaciegas (de las cuales la favorita de Luis XV, Madame Dubarry sería la más difícil de tragar) y fue aceptando plenamente su papel de reina francesa, que le llegó demasiado pronto, con todo lo que de pompa y circunstancia conllevaba dicho título. (Ya se sabe que los franceses se pirran por una ceremonia).
Consiguió, según parece, ser una reina bastante popular, superando la reticencia inicial del rey por procrear, por ejemplo. Entre otras cosas, participó activamente en las artes, ejerció el mecenazgo, y se autoerigió en reina de las fiestas. El champán, los pasteles, los vestidos rococó y los zapatos se mezclan en una sinfonía de color desbordante, mezclada con conversaciones superficiales y ligoteos más o menos evidentes en bailes de máscaras semiclandestinos. Desde luego, la reina reinó a gusto, a pesar de la creciente preocupación de su madre por el halo de inconsciencia que adquiría su vida y de la creciente impopularidad que despertaba entre la plebe francesa debido a sus cada vez más descontrolados dispendios.
La última (y breve) parte del film nos muestra el reverso de toda esa luminosidad, pues Marie Antoinette debe enfrentarse a la enfermedad, a la pérdida de alguno de sus hijos, y sobre todo, a la caída en desgracia de la monarquía entre el pueblo francés, que reclamó finalmente su cabeza. Ella siempre se mantuvo firme, no obstante, y fuerte, aunque eso sólo se adivina en la película, porque Sofía no quiere ser tremendista, como buena pija que es.
Kirsten Dunst hace un trabajo sutil y delicado, y su gestualidad realmente transmite una firmeza de fondo que le viene muy bien al personaje. Compone una convincente reina "teen-queen" que se transforma en "queen-bee" absolutista, con momentos dramáticos intensos, paréntesis erótico-festivos sensuales y seguridad ejecutora continua. El resto de los actores también consiguen cautivarnos, desde una malvada Du Barry hasta un Luis XVI tímido pero entrañable. Nos los creemos siempre y en toda circunstancia.
Lo más destacable de toda la película para mí es el tono, entre contemporáneo y arcaico, jugando con los anacronismos premeditadamente (unas zapatillas azules de Zara en el medio de los zapatos dieciochescos), las paradojas (el hijo de los reyes hablando en francés sin doblar, “la petite abeille” dice), o las boutades (Marie citando a Rousseau como inspiración). Creo que esto es lo más destacado de la película porque sitúa al espectador en un entorno en cierto modo atemporal, sin ese peso que parecen tener las “películas de época”, que parece que siguen un canon estricto sobre modos de representación y códigos de lenguaje que aquí no se cumplen. Aquí sentimos que la peli está hecha hoy, la música – maravillosa- nos lo recuerda una y otra vez con fragmentos tecno, rock y house a veces, transmitiendo un sentimiento de teen comedy mezclado con drama histórico surrealista que es ciertamente único. La manera de filmar, a veces algo publicitaria o de video clip, confirma esta postura estética.
Resumiendo, me ha parecido una hermosa película, deliciosa en lo visual, etérea formalmente, algo femenina quizá (por esa preocupación constante por el detalle) y sobre todo valiente y original. La disfruté muchísimo, pero quizá sea algo muy personal. Entiendo que a algunos les pueda enervar (como me ocurrió a mí con Lost In Translation).
Marie Antoinette se centra en una época histórica complicada, convulsa, y que desemboca en la revolución francesa, un momento histórico que podríamos considerar el germen de nuestra sociedad occidental actual. Los roles pseudofeudales que todavía pervivían en la sociedad europea recibieron entonces un serio varapalo a partir del cual no habría vuelta atrás. Por todo ello, este momento histórico adquiere peso específico de por sí, poseyendo una relevancia intrínseca que en principio habría que tratar con rigor y seriedad, como solían hacer las películas del milenio anterior y las aburridas lecciones de los libros de historia. Para regocijo de posmodernos, diletantes, gente divertida, irreverente y chic, este es un nuevo milenio y los planteamientos pueden evolucionar.
Nos encontramos aquí con la hiperestilización estética de la vida de María Antonieta, desde que se casa con Luis XVI, delfín de Francia, hasta su apresamiento por el pueblo. Descubrimos los entresijos de palacio, la frialdad con la que la futura reina es recibida, los rituales inacabables de la corte francesa, los diferentes rangos que ésta posee, los cotilleos de palacio, las amantes de los reyes y condes, el arte de la época, la comida y sobre todo las fiestas organizadas por esta reina. En otras palabras, sólo conocemos la parte fashion de la historia, que al fin y al cabo, alguien tiene que contar.
Indudablemente, como austriaca que era, Marie Antoinette despertaba desconfianza en un principio entre su pueblo, y tuvo que soportar a un marido con el que la pasión sexual era inexistente. Todo esto aparece reflejado con maestría y humor fino en la película. Con el transcurso del tiempo, M. A. se fue familiarizando con las rutinas palaciegas (de las cuales la favorita de Luis XV, Madame Dubarry sería la más difícil de tragar) y fue aceptando plenamente su papel de reina francesa, que le llegó demasiado pronto, con todo lo que de pompa y circunstancia conllevaba dicho título. (Ya se sabe que los franceses se pirran por una ceremonia).
Consiguió, según parece, ser una reina bastante popular, superando la reticencia inicial del rey por procrear, por ejemplo. Entre otras cosas, participó activamente en las artes, ejerció el mecenazgo, y se autoerigió en reina de las fiestas. El champán, los pasteles, los vestidos rococó y los zapatos se mezclan en una sinfonía de color desbordante, mezclada con conversaciones superficiales y ligoteos más o menos evidentes en bailes de máscaras semiclandestinos. Desde luego, la reina reinó a gusto, a pesar de la creciente preocupación de su madre por el halo de inconsciencia que adquiría su vida y de la creciente impopularidad que despertaba entre la plebe francesa debido a sus cada vez más descontrolados dispendios.
La última (y breve) parte del film nos muestra el reverso de toda esa luminosidad, pues Marie Antoinette debe enfrentarse a la enfermedad, a la pérdida de alguno de sus hijos, y sobre todo, a la caída en desgracia de la monarquía entre el pueblo francés, que reclamó finalmente su cabeza. Ella siempre se mantuvo firme, no obstante, y fuerte, aunque eso sólo se adivina en la película, porque Sofía no quiere ser tremendista, como buena pija que es.
Kirsten Dunst hace un trabajo sutil y delicado, y su gestualidad realmente transmite una firmeza de fondo que le viene muy bien al personaje. Compone una convincente reina "teen-queen" que se transforma en "queen-bee" absolutista, con momentos dramáticos intensos, paréntesis erótico-festivos sensuales y seguridad ejecutora continua. El resto de los actores también consiguen cautivarnos, desde una malvada Du Barry hasta un Luis XVI tímido pero entrañable. Nos los creemos siempre y en toda circunstancia.
Lo más destacable de toda la película para mí es el tono, entre contemporáneo y arcaico, jugando con los anacronismos premeditadamente (unas zapatillas azules de Zara en el medio de los zapatos dieciochescos), las paradojas (el hijo de los reyes hablando en francés sin doblar, “la petite abeille” dice), o las boutades (Marie citando a Rousseau como inspiración). Creo que esto es lo más destacado de la película porque sitúa al espectador en un entorno en cierto modo atemporal, sin ese peso que parecen tener las “películas de época”, que parece que siguen un canon estricto sobre modos de representación y códigos de lenguaje que aquí no se cumplen. Aquí sentimos que la peli está hecha hoy, la música – maravillosa- nos lo recuerda una y otra vez con fragmentos tecno, rock y house a veces, transmitiendo un sentimiento de teen comedy mezclado con drama histórico surrealista que es ciertamente único. La manera de filmar, a veces algo publicitaria o de video clip, confirma esta postura estética.
Resumiendo, me ha parecido una hermosa película, deliciosa en lo visual, etérea formalmente, algo femenina quizá (por esa preocupación constante por el detalle) y sobre todo valiente y original. La disfruté muchísimo, pero quizá sea algo muy personal. Entiendo que a algunos les pueda enervar (como me ocurrió a mí con Lost In Translation).
7 comentarios:
Es que Lost in Translation es muy enervante :)
Así hace que muchos nos pongamos en alerta cuando Doña Sofía saca un estreno, y nos lo pensamos bastante antes de ir a verla al cine, ganando el extremo de la báscula que hace que descarguemos la película para verla en casa. Ante la duda... mejor no arriesgar los 7 euros del cine :S
¿Báscula dije? ¿En qué estoy pensando?
Quería decir balanza :D
Tú si quieres descárgala, el caso es verla. Para mí, es total. Ya me contarás.
Por cierto, gracias por el comentario.
Es una película de la tengo una buena opinión, y siempre la defiendo. Aunque es cierto que no es del tipo de películas que te resultan cercanas, con las que sales del cine con todo tipo de sensaciones. Aunque es perfecta para la discusión... productiva, por supuesto.
Hola,
Te propongo un intercambio para los premios 20blogs, tu por mi y yo por ti. No quiero pasar verguenza. Enviame tu link a m_a_miranda@hotmail.com, si estas de acuerdo.
Mi vinculo es el siguiente:
http://www.20minutos.es/premios_20_blogs/busqueda/Manuel+Miranda%2C+Opina/
Bueno, A mí me pareció un Pastel de merengue muy rico, pero a la media hora ya tenia hambre.
La verdad es que ni Marie Antoinette ni Sofía Coppola crean unanimidad de opiniones.
Ledo´, compartes opinión con algunos blogóferos.
Tiene cosas en común, Marie extranjera en Francia como austríaca que era, Sofía extranjera de la historia francesa como americana que es, ambas se pirraban por un trapito, fueron actrices ocasionales...
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