sábado, octubre 06, 2007

MENTA - lízate

Japón siempre me ha resultado un lugar curioso por diversas razones. Desde la sonoridad de su nombre hasta la levedad de su bandera, pasando por sus extrañas costumbres ancestrales (té, geishas, emperador), parecía izarse como un constructo fantástico a medio camino entre la fantasía más desbocada y la realidad más feudal. Lleno de contrastes para el ojo occidental -sueldos astronómicos, pisos enanos, apego a la tradición, gusto por lo vanguardista - estaba poblado por gentes educadísimas con porte androide en megalópolis pseudofuturistas. Un país que adoraba el trabajo, cantar en karaokes, sumido en una galopante crisis económica e inmobiliaria pero fiel a sí mismo.

Uno de sus productos culturales, el manga, arrasa ya desde hace años en el mundo del cómic, incluso desbancado al cómic tradicional europeo o americano en muchos mercados. Mi conocimiento del manga es más que limitado (Akira) y a veces dudo de si Candy-Candy, Mazinger Zeta, Pokemon, La Princesa Mononoke y otros se pueden considerar como tal o no. En cualquier caso, lo que sí era cierto es que el manga era un mundo donde las mujeres no parecían tener mucha cabida. Y esto a mí la verdad es que no me quita el sueño, pero ciertamente provocó que el día en que cayó en mis manos un manga creado por una chica (mangaka, se llaman, como mensaka o perraka, fíjate tú) me pareció anómalo. Una pijada. Una cosa como muy femenina, cursi, adolescente, rosa, chochi, ñoña con tres eñes. Qué equivocado estaba...

Wataru Yoshizumi se llamaba la mangaka, y el manga en sí "Somos Chicos de Menta", título muy japonés si se me permite la analogía. Al parecer, fue publicado originariamente en una revista japonesa especializada en comics para chicas llamada Ribon. El amigo que me lo dejó me advirtió de que era adictivo y yo me carcajeé en su cara criticando su poca seriedad y su inmadurez absoluta. ¿Qué iba a recomendarme después, jugar a la mariola, volver al chupete?


Lo cierto es que la historia es un culebrón en toda regla, pues el cómic trata de Noel (Noeru) y María, dos hermanos gemelos que siempre hacían todo juntos y no se separaban por nada. Desgraciadamente esa unidad se rompe cuando Maria se cambia del colegio donde estaba antes a otro distinto para estar más cerca de un profe de gimnasia del que se había enamorado. Noel, espantado por la noticia, y convenciendo a sus papás de que era una tontería, se infiltra en el colegio; lo malo es que solo queda una vacante para niñas, así que a Noel no le queda otra alternativa que disfrazarse de chica para volver a traer a Maria a casa. Desde aquí comienzan los problemas de este par, esparcidos en un manga lleno de sorpresas, fresco, distinto.


Lo mejor de todo, para mí, es la perspectiva que aporta la autora en el libro, puesto que escribe notas a pie de página (free talk) dibujándose a sí misma opinando sobre lo que acaba de dibujar, luego escribe párrafos interpelando al lector y contándole cosas de su vida como el champú que usa o sus problemas para responder a las cartas de los fans, etc. Sabe manejar muy bien el suspense y el humor, y prepara escenas muy buenas con formas diferentes de enfocar el dibujo, de lo más maximalista a lo más minimalista. Es total la Wataru, a la que podéis ver en la foto que encabeza este texto, a la derecha, con aspecto de colegiala perpetua.



En definitiva, que me chifló y probablemente acabe comprándome los 16 tomos de la edición española de Planeta Agostini, si es que aún se pueden encontrar en algún sitio. Wataru Yoshizumi me ha conquistado, y no sólo a mí, sino también a fans como éste.

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