martes, febrero 27, 2007

Ni machine ni sublime


A veces nuestro comportamiento es imprevisible. Ni siquiera uno mismo se conoce tan bien como cree y se puede sorprender ante sus inesperadas respuestas.

La persona más taciturna puede convertirse de golpe en un animal herido de frivolidad.
La amistad más asentada se tambalea sin sentido, esclava de pequeños gestos estúpidos.
No bebes alcohol, pero sin saber por qué dejas que el alcohol te inunde.

Una parte de ti desaparece; otra desconocida empieza a fidelizarte; te fascinan terrenos que antes detestabas, seduciéndote con su promesa de novedad. Tanto, que incluso uno puede convertirse en su opuesto, y su opuesto traicionarse a sí mismo.

En la continua búsqueda, cierras los ojos para no sentir vértigo. Y entonces, ese deje, aquel gesto, una herida abierta, el mismo problema o una reacción repetida te recuerda que eres quien eres.

Y yo no soy una máquina perfecta.

sábado, febrero 24, 2007

De Niña (de tus ojos) a Mujer (rotunda como Raimunda)

La descubrí cuando yo estudiaba tercero de BUP y pasaba las mañanas de los domingos apostado frente al televisor tragando un infumable programa de música de Telecinco, La Quinta Marcha, donde compartía labores de presentación con Jesús Vázquez. Una chica de belleza racial y dotes nulas como presentadora que, aun así, traspasaba la pantalla con su mirada y su actitud corporal. Malísima como presentadora, sí, pero ¿no sería por exigencias del guión o de los productores del show que le habían dicho que se comportase como una Lolita descerebrada de barrio?

Una vez un tal Guillermo, compañero de clase tremendamente peludo, hormonalmente descontrolado y con una belleza lasciva, me preguntó, curioso, qué tía famosa me ponía cachondo. No pensé la respuesta, vino a mí de golpe como si fuera escritura automática, y mis adolescentes labios pronunciaron: Penélope Cruz. “Me ponen sus labios y sus tetas”. Hasta entonces, ni se me había pasado por la cabeza. No sé si esa cara tan rara, un ojo aquí y un diente allá, o el cuerpecillo de gitana, mujer a medio terminar…

Al poco tiempo, en Fotogramas comenzaron a referirse a su debut como actriz (¿actriz ésa?) en El Laberinto Griego, en la serie rosa de la segunda cadena (un papel magnífico) y a su gran primer personaje en Jamón, Jamón. Comentaban que Bigas Luna, famoso por su deshinibición temática y atrevimiento formal, alucinaba con la chica de Alcobendas, y entonces yo arrastré a mi mejor amigo (fino y francés, le horrorizaba el tema Jamón Jamón) al cine a ver aquel invento.
Salí completamente boquiabierto de la sala, Penélope Cruz me había resultado tan creíble y tan seria como actriz, tan convincente, que no daba crédito. Del cine español de entonces, me parecía a la altura de Carmen Maura o Victoria Abril, y con sólo una película, prácticamente. En ese momento le dije a mi amigo que a esa chica la iban a nominar algún día para el Oscar, y él se carcajeó profusamente. El pobre estaba en estado de shock, porque en su opinión Jamón, Jamón era el anticine, aunque reconoció que le había gustado Penélope.

De ahí en adelante no hubo película suya que me perdiera; estuvo magnífica en Todo es Mentira, Brujas, Per Amore Solo Per Amore o Belle Époque en su primera etapa. No entendí muy bien por qué no daba el salto a Hollywood con su insultante belleza en aquel momento, pero luego me di cuenta de que su inglés era bastante deficiente. Le dieron su primer Goya por la Niña de tus Ojos, y entonces, vino la debacle.

La etapa americana, del brazo de Tom Cruise, no dio todos los frutos que de ella se esperaba, y los medios españoles la pusieron a caldo gratuitamente. Todo el mundo prefería a Nicole Kidman (odiosa) y opinaba que Penélope era una mendruga pseudobudista incapaz de actuar. Era difícil defender a Penélope en aquel momento por aquella animadversión tan masiva que despertaba, tan repentina como injustificada.

A pesar de que creo que Almodóvar no la dirige todo lo bien que nos quieren hacer ver, le ha brindado un papel que ha hecho suyo. Raimunda. Una mujer más fea que Penélope, mayor que ella, más gris, más amargada, más de pueblo… Pero la ha hecho suya luchando contra todo eso, transmitiendo todo lo que requería tan difícil personaje, en gestos, en voz, en contención, en una mirada herida…y la han nominado. Ole por ella, aunque en mi opinión, deberían haberle dado el Oscar ya dos o tres veces.

Supongo que se debe a la fuerza del destino...



jueves, febrero 22, 2007

zzz...Dreamgirls...zzz


Resulta sorprendente cómo a veces puedo anticipar si una película me va a resultar interesante. Entre críticas leídas por encima, comentarios someros de amigos o conocidos, pistas que te da el cartel y menciones varias en internet, siempre te puedes ir orientando. Luego, aparte de todo esto, yo tengo cierta intuición extraña que me falla pocas veces. Con Dreamgirls fue así, tenía la sensación de que no era nada del otro jueves y efectivamente mis expectativas se vieron confirmadas. Dioses y Mónstruos, anterior obrilla del director responsable de esta película, me había dejado indiferente, y también lo había presentido. ¿Tendré que abrir una consulta de videncia?


Pero vamos a lo que vamos. Dreamgirls. Partiendo de una historia real, la película plasma la trayectoria de tres cantantes negras desde el oscuro Detroit de los disurbios raciales de los 60 hasta el superestrellato, aliñándolo con un toque de folletín e insertando una historia de superación personal en el más puro estilo Hollywood-Babilonia pasadísimo de grandilocuente. Este trío de "cantaoras" son un paralelo más que evidente de Diana Ross and The Supremes, con lo cual no termino de comprender que se nos venda como una película original cuando es un biopic (algo dramatizado) en toda regla. ¿Temían acciones legales por parte de Dirty Diana quizá? Es el primer tropezón que veo, pero hay más. Tantos que la foto que adjunto es de las (enteras y) verdaderas The Supremes.


La historia en sí no es muy original, y en estos tiempos de Operación Triunfo, MTV y adicción al mundo rosa, menos si cabe. La planificación de las canciones, como su propio nombre indica, me parece PLANA hasta el aburrimiento, ya que no se insertan en la trama dando lugar a escenarios diferentes e incrementando las posibilidades dramáticas, sino que se presentan como actuaciones en escenarios diversos del trío Lalalá. Escenarios con sus luces, sus escaleras, sus focos, que rompen el discurrir de la historia con demasiada frecuencia. ¡Como si esto fuera Mira Quién Baila! Ah, y debido precisamente a que las canciones no las conocemos (si se apropiasen de las originales de The Supremes esto sería otra cosa) lo cierto es que en su mayor parte nos resbalan muchísimo. Y es que tampoco son como para echar cohetes, suenan rancias y sosas.


Hay que admitir, sin embargo, que el reparto maneja bien a los personajes, y si algo resulta especialmente llamativo en este capítulo es Jennifer Hudson, enorme en todos los sentidos. Insistiendo en el gastronómico símil, se come con patatas a Beyoncé, Eddie Murphy, Jamie Foxx y demás etnicidades varias, arrollando con su presencia vibrante, su voz arrolladora, su manejo brutal del personaje y una eficacia a prueba de bomba. Logra traspasar la pantalla en más de una ocasión y engrandece la figura de Florence Ballard, inspiradora del personaje.


De todos modos, tampoco toméis toda esta crítica despiadada a pies juntillas. No me encantan los musicales por regla general (Chicago sería la excepción) y mis certezas pueden ser meramente intransferibles. ¿Estaré amargado de la vida?


PS: Super para nada!!!

jueves, febrero 15, 2007

La Ciencia del Sueño.


La última propuesta de Michael Gondry, La Ciencia del Sueño, curiosa coproducción franco-italiana, acaba de estrenarse. Dado a conocer en un principio por los video-clips de Björk, Gondry se convirtió en promesa prematuramente estrellada con su primer largo, Human Nature. Poco después, afortunadamente, confirmaría expectativas con la acertada Eternal Sunshine of the Spotless Mind, y ahora trata de volver a dar en la diana con esta película, donde sin renovar ni hacer evolucionar su estilo fílmico nos sigue resultando fresco y valiente.


La historia, sumergida de lleno en un mundo semionírico, se centra en un chico llamado Stephan (Gael García Bernal) que viaja a París para instalarse en casa de su madre -que sólo aparece a ratos- y aceptar un nuevo trabajo de diseñador de calendarios. Casualmente, conocerá a su vecina y entablará amistad con ella y con una amiga de ella. Sin embargo, nada es lo que parece en este mundo Gondryano.

Según parece, Stephan padece de una enfermedad disociativa desde los 6 años que le hace confundir la realidad con sus sueños, mezclándolas de tal modo que en muchos momentos no se llega a distinguir si lo que vemos es una cosa o la otra. Además, como es una persona creativa (diseñador gráfico) sus fantasías dan mucho de sí, y lo veremos a veces trabajar con unas manos gigantes que lo convierten en alguien torpe y agobiado, o tirarse por la ventana para volar por encima de los edificios de París con manuscritos en su mano, o crear una máquina del tiempo que rebobina y adelanta los momentos imitando a un mando de vídeo. Como vemos en algunos tramos de la película, él es una especie de director en la sombra de la inconsciencia e inconsistencia que rigen su propia conciencia.


Sin lugar a dudas, los dos pivotes alrededor de los cuales gira esta extraña historia son por un lado, el mundo laboral de Stephan, y por otro el mundo afectivo. Laboralmente, se ve rodeado del típico colega graciosillo-vividor que se convierte en amigo y dos chupatintas bastante insoportables connaturales a toda oficina cutre que se precie, además de un jefe estirado que finalmente aceptará sus propuestas (o quizá sólo en sus sueños, quién sabe). Afectivamente, Stephan se enamorará de su vecina, una compositora poco agraciada pero compatible con él, puesto que posee un mundo interior lleno de creatividad y muestra una tierna perplejidad ante un personaje tan particular como él. Ambos entablan una relación curiosa, con altibajos, momentos de plenitud y otros de incomprensión, debido principalmente a la naturaleza de Stephan, siempre dubitativo, siempre perplejo. El espectador también lo está, y quiere saber más.

Gondry no nos da ninguna clave para interpretar su película. Va enlazando ambos mundos de manera cada vez más sutil, y las estridencias de los momentos más locos se ven aplacadas por el contraste con la realidad más gris. Y de nuevo, como por arte de magia, la pantalla se vuelve a llenar de máquinas de escribir enormes, de animales de trapo, de trazos imposibles y de pantallas manipulables. Los personajes se desdibujan, la línea argumental se disuelve y todo vuelve a empezar otra vez.

Lo que más me gustó de la película fue la capacidad de sorpresa que atesora, su imprevisibilidad, y especialmente los momentos de poesía visual que consigue transmitir al mostrar la relación amoroso-poética entre Stephan y la vecina. Lo que menos fue que a veces la ficción se torna impermeable, como si el pretexto nublara al texto, y puede llegar a agobiar como lo haría alguna pesadilla inoportuna, con giros más propios de la farsa que de la comedia. Sin embargo, detrás de una puerta que se abrirá, sabemos que todo volverá de nuevo a ser comprensible. ¿O tal vez no?

Los efectos visuales de La Ciencia del Sueño son muy naif, han evolucionado poco con respecto a los vídeos que este director filmaba para Björk, y sin embargo, tienen mucho poder evocador. Montañas de tela blanca, disfraces y nubes de algodón son parte de los recursos utilizados, como en una especie de teatro del guiñol. Por otra parte, las imágenes son casi siempre elegantes, muchas veces barrocas, y las más, originales. A los actores y actrices (magnífica Charlotte Gainsbourg) los encontré muy bien, Gael incluido. Sólo le sobraban a la película ciertos excesos puntuales, y quizá le faltaba algo de hilación en algún momento, pero en general vale la pena. Al menos, es diferente. Una peli que es un puntazo lleno de puntazos.


sábado, febrero 10, 2007

Requiem for a dream


La muerte de Erika Ortiz, tan desgraciada como inesperada, sacudió al mundo informativo esta semana, y entre ellos a mí. Metido de lleno en una de las semanas más intensas del año laboralmente hablando, estaba totalmente desconectado de la televisión, periódicos y demás parafernalia periodística, y la noticia me la dio un compañero de trabajo al regresar yo de una comida con otros compañeros.

Como siempre que me dan una noticia de éstas, pensé que me estaban tomando el pelo de la manera más inapropiada, pero al poco rato comprobé que no era así. Supongo que puede sonar estúpido, pero este tipo de sucesos a veces nos afectan algo aunque no conozcamos mucho al personaje ni fuera alguien muy relevante desde un punto de vista político o social. Es inevitable sentir lástima por ella y, debido a la falta de transparencia en la información sobre lo ocurrido, empezar a debatir qué podría haber pasado.

La alternativas eran pocas, pero en un primer momento unos pensaron en suicidio, otros en muerte natural y otros (yo) en atentado terrorista debido al secretismo que rodeaba al suceso. Se podría debatir si una noticia así debería darse a conocer con detalles (¿es un asunto de estado?) o reservarlo al ámbito familiar (¿es un asunto privado?). Por descontado, el dolor de la familia merece respeto y prudencia, cosas ambas que no están reñidas con contar la verdad de los hechos. No es una cuestión de morbo o curiosidad malsana, sino un duelo público en el que la necesidad de saber detalles ayuda a entender lo ocurrido.

La familia real española ya tiene su tragedia pública, como la monegasca con Grace Kelly o la británica con Lady Di. A pesar de que su relevancia dentro del aparato monárquico era mínima, Erika se había convertido en un personaje quizá demasiado cercano a la que se seguía alcachofa en mano, y eso la hace relevante. La naturaleza de su fallecimiento, del que algunos diarios como El Mundo o El País empiezan a desvelar detalles, nos parece terrible. Verdaderamente, todos estos acontecimientos van convirtiendo poco a poco a nuestra familia real en posible inspiradora de un futuro guión cinematográfico similar al que Stephen Frears ha hecho en The Queen: tragedia, silencio, locura mediática… y es que la realidad a veces supera a la ficción.

En conclusión, vemos que los sueños tienen reversos muy negros, que la popularidad y los privilegios no te blindan ante los fantasmas personales, que el desamparo y la desesperación pueden afectar a cualquiera hasta extremos impresionantes, y que una muerte así siempre genera tristeza y culpabilidad.

Supongo que muchos periodistas, ante la noticia, envidiarán a las redactoras del Vogue, que afortunadamente para ellas, no tienen que decidir qué se debe contar y qué no, ni se ven obligadas a sumergirse en detalles escabrosos; ellas sólo tendrán que comentar quizá la elección de modelitos en los actos oficiales y mentar el tema de pasada. Fantástica frivolidad, que siempre está llena de vida, de efervescencia, y a veces nos ayuda a curar heridas.

Bueno, y a ver si por fin dejan a Leticia Ortiz tranquila. Va siendo hora. Me ha resultado difícil subir esa foto, espero que no resulte sensacionalista.

domingo, febrero 04, 2007

BIGGER THAN LIFE


Llevo una temporada sin ir al cine por muy diversos motivos, pero mi alma cinéfaga sigue activa gracias a los DVD que compro compulsivamente para satisfacer mi apetito insaciable de ficción desmesurada. Sin saber muy bien por qué, últimamente me da por lo retro (que no por lo clásico, que aborrezco muy a mi pesar) de forma preocupante. Mi gran aliada en esta tarea allende los mares, Amazon, me trae a mal traer y mi cuenta bancaria disminuye peligrosamente mientras yo tecleo alegremente en el portátil y me hago con las pelis más “over the top” que existen en los USA.

Ayer llegó hasta mí una joya del camp más arrebatado y extremo que te puedas echar a la cara: la edición especial, y definitiva, de “El Valle de las Muñecas”, título sugerente donde los haya y a la vez críptico como pocos. Esta edición sólo se ha editado en los USA debido a que allí la película goza de mayor popularidad que aquí y porque los americanos son los príncipes del consumismo (los reyes son los japoneses, nosotros somos meros comparsas, utilizando el símil real seríamos como la sobrina no reconocida de una infanta, ocupados como estamos todos en invertir en el ladrillo y embrutecernos en lo demás), y como tales exigen que un DVD sobresalga y rebose de extras de lo más sustancioso. Viva el consumismo japoamericano!!!

“Valley of the Dolls” merece esta edición, realmente sobresaliente, cuidada hasta la obsesión, minuciosa y desarmantemente pop. Pero retrotraigámonos, retrotraigámonos. Valley está basada en un libro del mismo título editado en los años 60 y que marcó el comienzo de muchas cosas: los best sellers mundiales, la popularización de las pastillas para dormir, la inclusión de escenas de sexo donde se le llamaba a cada cosa por su nombre, la obsesión por el éxito mediático a toda costa y sus peligros, y la mención normalizada del mundo gay como algo presente en la sociedad. Como tal, Valley rompió moldes, y su autora, una ex-actriz de segunda amante de la frivolidad, se convirtió en una polémica referencia de los años 60 a la altura de Andy Warhol o Los Beatles. Se llamaba Jacqueline Susann.

Esta novela es la número uno en cifras de venta de la historia (sin contar novela infantil), con 30 millones de ejemplares vendidos certificados a día de hoy, a pesar de las despiadadas críticas que recibió en su momento. El “establishment” literario de la época, las universidades incluidas, la veían como a una intrusa inculta y le dieron la espalda desde siempre y para siempre, acusándola de vulgar, torpe y petarda. Algunos dijeron de ella que no escribía, sino que solamente “mecanografiaba”; Truman Capote la llamó “camionero vestida de drag-queen” y luego pidió disculpas a los camioneros, y mientras tanto ella vendía y vendía y vendía y era la envidia de todos esos envidiosos críticos, valga la redundancia, que la trataban con desdén o rechazo frontal. Afortunadamente, Jacqueline tenía mucho carácter, y no se dejó comer el terreno, contestando a todo y a todos con su lenguaraz verborrea de señora peligrosa.

Otro día contaré más cosas de esta mujer, cuya biografía y obra me han fascinado en este último año, con auténticas joyas por redescubrir como “Yargo” o “Every night, Josephine”, pero hoy no me quiero extender mucho más para no convertir mi post en algo interminable y farragoso. Sólo diré que tuvo una vida apasionante, llena de éxitos rotundos y fracasos criminales, mezclada con problemas de salud que siempre ocultó y con un hijo autista que nunca asumió del todo, y que todo ello provocó ese torbellino de emociones, de historias tiernas y al tiempo retorcidas, imposibles pero cercanas, camp y tradicionales a un tiempo. Puro delirio pop.

Valley of the Dolls relata la vida de tres jóvenes mujeres que se marchan a Hollywood a probar suerte en el mundo del espectáculo y se dejan absorber por esa máquina incontrolada que en lugar de fabricar sueños genera pesadillas. Las tres tratarán de evadirse de maneras distintas, pero siempre cayendo en adicciones bastante severas. Aunque la historia, contada en 2007, parece previsible (por las miles de imitaciones que se han hecho de este libro) en 1967 no lo era, y además la manera de filmar plenamente kistch, las interpretaciones casi siempre excesivas, los diálogos a menudo demasiado emocionales, crean una atmósfera entre divertida y atormentada que le imprime un carácter único a la película. Hay que fijarse en las extravagantes trajes, los peinados siempre llenos de laca, las expresiones descontroladas, y la cuidada dirección de arte. Veremos a las estrellas ilusionadas, felices, desquiciadas, agresivas, exhaustas y arrepentidas. Asistiremos a la mezcla constante de estudios de grabación con piscinas cristalinas, paseos de palmeras, playas desiertas y psiquiátricos a lo Tennessee Williams. Como para volverse loca...

Jacqueline se erigió en un pilar esencial de la cultura de masas y reveló secretos de estrellas como Ethel Merman o Marilyn Monroe a través de sus trasuntos ficcionales, y finalmente consiguió lo que siempre había deseado: un éxito apabullante entre el público. Su figura ha sido injustamente relegada a mera anécdota, excepto por parte de un sector muy concreto del mundo intelectual americano que la define como concepto cultural más que como autora. Su imagen, vestida de Pucci, creó escuela y se mantiene fresca a pesar de todo.

Muchos consideran que ésta es la peor película de la historia, y si embargo a mí, por todo lo que significa, me parece importantísima. Además, esta edición rebosa de apetitosos extras, como una revisión de un documental del 67 donde se plasmaba la gira de presentación mundial de la película, que se hizo en un crucero imponente desde Grecia hasta California pasando entre otros lugares por las ¡Islas Canarias!; tres canciones de la película en un karaoke muy original; dos reportajes completísimos sobre la vida de Susann y su relevancia en la época (con un montón de imágenes de archivo dificilísimas de encontrar; entrevistas con Michael Musto, el cronista gay por excelencia de Nueva York; testimonios de las actrices supervivientes…recordemos que Sharon Tate sería asesinada por miembros de la secta de Mason poco después de esta película) y muchas cosas más. Apasionada y excesiva, altamente recomendable y claramente adictiva. Como un buen polvo. Aquí os dejo el inicio del libro:
"You've got to climb to the top of Mount Everest
to reach the Valley of the dolls.
It's a brutal climb to reach that peak,
which so few have seen.
You stand there, waiting for
the rush of exhilaration
you thought you'd feel - but
it doesn't come."

jueves, febrero 01, 2007

Genio y figura


Me persigue. Primero se coló en mi vida a regañadientes con aquellos estilismos imposibles que combinaban lo más “edgy” de películas como Fama con lo más “underground” e irreverente que se movía por las aceras de Nueva York. Pionera, descarada, dominante, ambición rubia teñida, poderosa, “control freak”. Guarrilla. Moviéndose en un submundo de pintores suicidas (Jean Michel Basquiat) y disc jockeys amateurs, supo extraer la esencia del momento y subir como la espuma.

Siempre me ha gustado Madonna, aunque nunca he sido mitómano ni fan fatal, sin embargo hay momentos en los que, quizá porque me pilla desprevenido, brilla de golpe en mi cotidianeidad para hacerme sentir efervescente con su música. Me ocurrió hace unos meses cuando me subí a un taxi de un argentino imprudente que estaba flipado con la versión de Like a Prayer en directo que se incluye en el DVD de la gira anterior. Esa versión sonaba auténticamente celestial, y me hizo recobrar la fe momentáneamente. Si por una mala jugada del destino (es un decir, el argentino iba follado) hubiésemos tenido un accidente probablemente habría ido al purgatorio y no al infierno que es donde me corresponde porque con la cancioncilla entré como en un éxtasis en el que me arrepentí de todo lo malo que había hecho hasta entonces varias veces.

A los tres o cuatro meses, la noche de Fin de Año, mientras todos se colaban en mi baño para acicalarse y yo jugaba con las pepitas de las 12 uvas preguntándome si no haberlas ingerido me restaría suerte (y efectivamente, me la ha restado este año, no lo hagáis jamás, además tienen mucha fibra) puse Canal Plus sin querer. Allí la encontré, dando un auténtico recital de profesionalidad en el escenario, de buen hacer, con una escenografía impactante, una pose de absoluta seguridad, una mirada desafiante y un físico de vértigo. Era el concierto no censurado en Londres de su gira Confessions. De la emoción que transmitía, y repito, no soy fan fatal, empecé a comerme las pepitas sin darme cuenta. ¿Cómo será sentirte así encima de un escenario? ¿A qué huele ese éxito? No he visto nunca algo así on stage, ni siquiera ella en giras anteriores.

Aunque, en realidad, ¿de qué me sorprendo? Ella ha hecho que la palabra “icono” o al menos su variante inglesa “icon” se volviese a poner de actualidad, y por primera vez para designar algo animado. Hasta entonces sólo las imágenes fijas o los objetos inanimados se consideraban como tal, y sólo después de la irrupción del arte Pop empezaron a adscribir esa etiqueta iconográfica a objetos cotidianos como la botella de Coca Cola o el logotipo de Nike. Quizá James Dean o Marilyn se consideraran mitos, pero no iconos.

Madonna se lo merece, ya que más allá de polémicas continuas, tintes más o menos favorecedoras, maridos impresentables, películas pochentas, grammies no ganados, extravagancias varias, portadas por doquier y mutaciones camaleónicas, ella sigue vigente. Conservar vigencia en un mundo como el de hoy en día durante tanto tiempo resulta verdaderamente excepcional, más aún cuando te decantas por absorber las últimas tendencias y hacerlas comercialmente tuyas sin dejar de ser un poco pendón y petardilla. Detrás de ese éxito constante, sin duda, hay una mujer que ha sabido renovarse, que quiere desafiar el paso del tiempo, que a los casi 50 años sigue siendo carne de discoteca, que lo hace como nadie.

Recomiendo su reciente CD + DVD de su gira Confessions. Esto sí que es "Body Language" y no el de otras... Me pregunto si Madonna es lo que podríamos dar en llamar la "folclórica global".