sábado, febrero 10, 2007

Requiem for a dream


La muerte de Erika Ortiz, tan desgraciada como inesperada, sacudió al mundo informativo esta semana, y entre ellos a mí. Metido de lleno en una de las semanas más intensas del año laboralmente hablando, estaba totalmente desconectado de la televisión, periódicos y demás parafernalia periodística, y la noticia me la dio un compañero de trabajo al regresar yo de una comida con otros compañeros.

Como siempre que me dan una noticia de éstas, pensé que me estaban tomando el pelo de la manera más inapropiada, pero al poco rato comprobé que no era así. Supongo que puede sonar estúpido, pero este tipo de sucesos a veces nos afectan algo aunque no conozcamos mucho al personaje ni fuera alguien muy relevante desde un punto de vista político o social. Es inevitable sentir lástima por ella y, debido a la falta de transparencia en la información sobre lo ocurrido, empezar a debatir qué podría haber pasado.

La alternativas eran pocas, pero en un primer momento unos pensaron en suicidio, otros en muerte natural y otros (yo) en atentado terrorista debido al secretismo que rodeaba al suceso. Se podría debatir si una noticia así debería darse a conocer con detalles (¿es un asunto de estado?) o reservarlo al ámbito familiar (¿es un asunto privado?). Por descontado, el dolor de la familia merece respeto y prudencia, cosas ambas que no están reñidas con contar la verdad de los hechos. No es una cuestión de morbo o curiosidad malsana, sino un duelo público en el que la necesidad de saber detalles ayuda a entender lo ocurrido.

La familia real española ya tiene su tragedia pública, como la monegasca con Grace Kelly o la británica con Lady Di. A pesar de que su relevancia dentro del aparato monárquico era mínima, Erika se había convertido en un personaje quizá demasiado cercano a la que se seguía alcachofa en mano, y eso la hace relevante. La naturaleza de su fallecimiento, del que algunos diarios como El Mundo o El País empiezan a desvelar detalles, nos parece terrible. Verdaderamente, todos estos acontecimientos van convirtiendo poco a poco a nuestra familia real en posible inspiradora de un futuro guión cinematográfico similar al que Stephen Frears ha hecho en The Queen: tragedia, silencio, locura mediática… y es que la realidad a veces supera a la ficción.

En conclusión, vemos que los sueños tienen reversos muy negros, que la popularidad y los privilegios no te blindan ante los fantasmas personales, que el desamparo y la desesperación pueden afectar a cualquiera hasta extremos impresionantes, y que una muerte así siempre genera tristeza y culpabilidad.

Supongo que muchos periodistas, ante la noticia, envidiarán a las redactoras del Vogue, que afortunadamente para ellas, no tienen que decidir qué se debe contar y qué no, ni se ven obligadas a sumergirse en detalles escabrosos; ellas sólo tendrán que comentar quizá la elección de modelitos en los actos oficiales y mentar el tema de pasada. Fantástica frivolidad, que siempre está llena de vida, de efervescencia, y a veces nos ayuda a curar heridas.

Bueno, y a ver si por fin dejan a Leticia Ortiz tranquila. Va siendo hora. Me ha resultado difícil subir esa foto, espero que no resulte sensacionalista.

3 comentarios:

Enebro dijo...

Vaya, no había escuchado la teoría del atentado terrorista. Es curioso cómo la gente imagina para tapar huecos al desconocimiento.

Xabi dijo...

Tu estarás desconectado de la tele y demás... pero yo me enteré de que Letizia tenía una hermana el día que se murió!! Lo mío es muuuy fuerte.

LMDPC dijo...

por qué se ocultó la palabra suicidio, o no se quiso publicar. Dice Pérez Reberte (a quien no le tengo mucha simpatía) que los periodistas ya no son informadores, son soldados de uno u otro bando y siguen órdenes de sus mandos. La familia real es respetada hasta límites insospechados por todos los bandos. Es ridículo. SUICIDIO, es la palabra que debería haber acompñado a los primeros titulares de prensa anunciando la noticia. Reflexión: en el número anterior de la revista pronto, en portada: Erika Órtiz más feliz que nunca, se reencuentra con el amor (o algo así), no he visto la siguiente portada, pero sólo se me ocurre una palabra: contraste vergonzoso.